jueves, 9 de julio de 2009

Retorno al Edén

No se cómo empezar. Lo haré por el principio, aún, a costa de resultar predecible y recurrente, ya que la mayoría de vosotros ha vivido estas mismas sensaciones que tengo yo ahora, hace un año, cuando os reunisteis la primera vez..., si bien, en mi caso, por el hecho de estar ausente de Pozuelo durante mucho tiempo, estas sensaciones son más acentuadas.Ya hace meses que trataba de imaginar la escena, y cuando lo hacía, sentía desazón y ansiedad, al verme rodeado de un montón de gente, cuyo aspecto era vagamente reconocible en el mayor de los casos, y sin embargo, extrañamente familiar...Cuando llegué a Pozuelo el Sábado, recorrí con mi coche sus calles recreándome en pequeños detalles con intensos recuerdos; entré por la zona del cementerio municipal, donde, con el pensamiento, saludé a los míos que allí duermen la muerte eterna, en la misma tierra que les abrazó con los lazos de la vida . Enfilé entonces la calle de Antonio Becerril, avancé y crucé la Calle del Hospital, dónde viví muchos años, y donde se encontraba "El Dados", sitio que me marcaría profundamente, seguí entonces hasta llegar a la Calle del Calvario, en esta calle se encontraba la academia "Rubio", Dª Marina nos cuidaba cómo una madre, y fue allí donde algunos de nosotros nos conocimos por primera vez. En la esquina había un puesto de golosinas, que era punto de obligada parada para comprar chucherías a la entrada al cole, y a la salida también. El quiosco ya no estaba, pero el muro de media altura que flanqueaba la calle en su lado derecho, y por el que tantas veces nos subíamos para caminar sobre él, sí, y así, sin darme cuenta, apareció ante mí la puerta principal del "Divino Maestro". Me detuve a la derecha para no estorbar el poco tráfico que había, y tuve que hacer un esfuerzo para evitar que la emoción me ganase. Ya no es el mismo edificio, no es el mismo patio, y los árboles que daban "pan y quesito" ya no estaban, pero allí, en el patio vacío, pude escuchar claramente nuestros gritos, nuestras carreras, nuestros juegos... y volví a ver vuestras caras, coletas, pecas, y vuestros cuerpos infantes vestidos con un baby y cargando en la espalda una cartera de "skay", oliendo a colonia de limón y a goma de borrar. Arranqué. desemboqué en la Calle de Sagunto en la esquina dónde estaba el "Funky" y me dirigí a la plaza del Padre Vallet, (hoy Del Rey) detrás de un coche que me precedía. A la altura de la Calle de Las Flores, el coche que iba delante, giró y entonces vi que la calle estaba cortada, y recordé entonces que el viejo Ayuntamiento, donde, bajo sus soportales habíamos pasado tantos momentos de juegos infantiles, donde encontrábamos los Domingos al viejo "Juanillo", esperando a que abriera su raída maleta gris, y nos mostrara los tesoros que contenía, chuches y soldaditos de plástico, "pastillas de leche de burra" y bolitas de anís. Tardes de pipas, donde tantas veces se quedaba con la pandilla, se declaraban los primeros amores y se separaban después las primeras parejas, ese lugar casi sagrado, había desaparecido bajo la piqueta, pero su esencia sigue en cada uno de nosotros. Bajé entonces por la calle del Doctor Cornago. Cada centímetro de esta calle, cada baldosa de sus aceras, cada ladrillo de sus casas guarda una historia, una sensación, una parte de mi... reduje la velocidad aprovechando que no había tráfico, y lo hice tanto, que los clientes de las terrazas que hay en su parte peatonal, me siguieron con la mirada, extrañados y curiosos por mi lentitud. A mi mente, o mejor dicho, a mi alma, a mi espíritu, llegaba una marea de recuerdos, sensaciones y palabras... y música! y aromas! y colores! Emociones que, me inundaban por oleadas, como un mar tranquilo que mece una barca junto a la playa, sin prisa pero constante. Me hallaba junto a la entrada del número 22, en cuyo patio interior transcurrió toda mi infancia, y me vi otra vez allí, observando cómo los vecinos sacaban a airear los colchones de lana, abriéndolos y vareando su blanco interior, para después, volver a coserlos. Me vi jugando a "los toros" emulando los encierros en Septiembre, arrojando bolas de nieve en invierno, jugando a las chapas oliendo la primavera en el viejo árbol del patio, jugando al escondite entre las sombras de las noches de verano... Ya había llegado al principio de la Calle del Norte, y desde abajo distinguí a un grupo de mujeres a la puerta de "La Inseparable", (que nombre tan estupendo para hacer una reunión como esta). Enseguida reconocía a Maribel Coto, quién me indicó el acceso al aparcamiento. Salí del coche como un flan, y haciendo esfuerzos para que el corazón se bajara de la garganta y volviera a su sitio. Me acerqué y saludé a los que allí estaban, mirando, sin ver, oyendo, sin escuchar. Mis sentidos acababan de embotarse y saturarse ante semejante momento, y hasta que no pasaron un par de minutos, no comencé a ser consciente. Las primeras preguntas de interés reciproco entre este grupito de la entrada, hasta que alguien indicó que pasáramos. Lo hicimos, atravesando la puerta de hierro forjado de "La Inseparable", y accedimos al interior... Una barra, un par de mesas altas y algunos taburetes, y rellenando los huecos, el resto vosotros, y yo, que ya creía que lo peor había pasado, reviví de nuevo los momentos que acababan de ocurrirme unos minutos antes. Es una sensación increíble. Son los besos y abrazos más sinceros que una persona puede dar a quienes no son su propia familia, porque en realidad, lo son. Lo que pasó a continuación fue una noche inolvidable.Es cómo recuperar un trozo perdido de tu propio corazón..., cómo volver a reunirse con una parte de uno mismo...

Miguel Ángel Ruano.

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Reunión 2012 (30 años)